Mta. Teresa C. Ulloa Ziáurriz[1]
INTRODUCCION.
No podemos hablar de prosperidad humana si no se garantizan los derechos humanos, condiciones de vida digna para todas y todos, la gobernabilidad y la democracia. La construcción de la prosperidad humana tiene que pasar por la redistribución de la riqueza, la generación de oportunidades, acotar las ganancias del capital trasnacional, mayor tributación a los grandes capitales y menor a la ciudadanía trabajadora, pero, además, inversión en la soberanía alimentaria.
Me parece necesario mencionar que la Declaración sobre Seguridad en las Américas se dijo que: “La paz es un valor y un principio en sí mismo y se basa en la democracia, la justicia, el respeto a los derechos humanos, la solidaridad, la seguridad y el respeto al derecho internacional”.[2]
El concepto de seguridad, hoy ha debido ampliar su marco de referencia y tener en cuenta una variedad de amenazas: terrorismo internacional, tráfico de drogas y armas ilegales, trata de personas, industria global del sexo, lavado de dinero, corrupción institucional y crimen organizado. Además en nuestros países, la pobreza, las enfermedades y la degradación del medio ambiente, la crisis alimentaria y el avance de poderes fácticos que han infiltrado las estructuras democráticas, como la narcopolítica, el narcoterrorismo, la narcoviolencia, el narcomenudeo, y las desigualdades y violencia contra las mujeres, expresadas en el feminicidio y la feminización de la pobreza, la criminalización de los movimientos sociales, inclusive del aborto terapeútico contribuyen al deterioro de la seguridad humana.
Los Retos del Siglo XXI.
La violencia contra las mujeres: “Es un mecanismo para mantener la autoridad de los hombres, reforzando las normas patriarcales vigentes y, en consecuencia, para rastrear los factores que convergen con ella, hay que pensar en un contexto social amplio como el de las relaciones de poder”.
Todos los días y en todas partes las mujeres son asesinadas. Crímenes en situaciones de conflictos armados o guerras; en la calle, relacionados con violaciones o con el crimen organizado, la prostitución o la pornografía snuff; o cometidos por sus maridos, parejas, ex parejas. Todos crímenes ligados a la sexualidad, en donde el factor de riesgo es ser mujer o niña.
Mientras que el concepto de violencia contra las mujeres tiene ya varias décadas, el de feminicidio es más reciente. Y a mi manera de ver, se trata del concepto de genocidio, la intención de destruir total o parcialmente a un grupo, en este caso, las mujeres y las niñas.
El concepto es útil porque nos indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en las desigualdades de género y cuestiona los argumentos que tienden a disculpar y a representar a los agresores como “locos” o a concebir estas muertes como “crímenes pasionales”, o bien, a atenuar su importancia en el caso de situaciones de conflicto o guerra. Tanto el concepto de “violaciones en la guerra” como el de “crimen pasional” perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, inmanejables por él —el amor, la pasión, la venganza—, que la situación lo sobrepasa, que ha cometido actos que no controla, o muchas veces, que son justificados en el marco de otros crímenes.
La prostitución y la pornografía siguen siendo totalmente banalizados, siendo que es una forma grave de violencia contra las mujeres y las niñas, que en muchas ocasiones las lleva hasta la muerte, o la trata de personas con fines de explotación sexual, laboral o tráfico de órganos. La prostitución y la pornografía son, así mismo, manifestaciones de violencia contra las mujeres, en tanto, desde la cultura patriarcal, permiten perpetuar estereotipos como que los cuerpos de las mujeres y las niñas son para el placer sexual de los hombres. Y aquí sí quisiéramos argumentar que las libertades personales están limitadas por las libertades de las otras y los otros, y que la tan llevada y traída prostitución voluntaria no pone en peligro a las mujeres en situación de prostitución, sino a todas las mujeres y las niñas, ya que permite perpetuar los estereotipos anteriormente mencionados.
La prostitución es la violencia más antigua que se ha perpetrado contra los cuerpos de las mujeres y las niñas, es un atentado contra su dignidad e integridad corporal y un abuso de poder que deja daños físicos y emocionales profundos.
Sin embargo, la paz y la seguridad se han visto amenazadas por crisis regionales, por un nuevo tipo de terrorismo que supera las barreras imaginadas hasta ahora, así como por la proliferación de armas de destrucción masiva, cuyo peligro se percibe como más real e inminente. El crecimiento económico ha entrado en cifras negativas, hoy amenazado por la crisis financiera mundial y la recesión que no se acaban de ir. La prosperidad de la década anterior tampoco se ha traducido en una reducción general de la pobreza y de las desigualdades.
LAS AMENAZAS.
La Esclavitud.
Más de 200 años después de que fuera abolida, la esclavitud sigue siendo una realidad en el mundo. Se estima que más de 27 millones de personas son víctimas de formas tradicionales y nuevas de esta práctica.
La esclavitud es un fenómeno mundial que afecta tanto a los países ricos como a los pobres. Actualmente hay más de 27 millones de hombres, mujeres, niñas y niños que viven cada día en condiciones de esclavitud. La práctica “existe en todas sus formas, tanto tradicional como moderna, y florece como resultado de la demanda”, como denunció la relatora de la ONU contra la esclavitud, Gulnara Shahinian.
“La esclavitud no es historia, más de 200 años después de ser abolida formalmente, es una realidad en muchas partes del mundo que ha evolucionado hacia formas diversas y crueles”. Las víctimas son siempre los más débiles y vulnerables de la sociedad, desde trabajadores y trabajadoras migrantes atrapados en esquemas de servidumbre para pagar deudas, hasta mujeres y niñas explotadas en la prostitución u otras formas de explotación sexual y hasta ahora en nuestra región, casi no se ha hecho nada por disuadir la demanda que es el motor que mueve a la industria del sexo y las leyes que se han aprobado son totalmente inútiles e ineficientes, con excepción de Guatemala y El Salvador. Estas prácticas “van de la mano de la pobreza, la exclusión social, la marginalidad, falta de acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, a oportunidades de trabajo y la corrupción”.
El Crimen Organizado
Francisco Rojas Aravena, Secretario General de FLACSO, en su documento “Globalización y violencia en América Latina. Debilidad estatal, inequidad y crimen organizado inhiben el desarrollo humano”, mencionó que la presencia del crimen organizado se manifiesta con gran fuerza en América Latina. Hay estudios que demuestran que el narcotráfico y la trata de mujeres y niñas producen el 40% del PIB de la Región Latinoamericana.
Un primer debate se produce en la discusión teórica en torno a la definición de crimen o delito organizado. Tal discusión, principalmente jurídica, señala la existencia de un tipo de delincuencia que ha evolucionado y se ha perfeccionado con el advenimiento de la sociedad de la información.
La transnacionalización del crimen ha aumentado los problemas que de él se derivan. El crimen organizado nacional cruza las fronteras y sus acciones se relacionan con los distintos tipos de amenazas de carácter global, en donde las mujeres y las niñas, sus vidas, su dignidad, su libertad, su integridad y su seguridad son siempre el botín de guerra o son reducidas a objetos sexuales, ya sea como producto de la militarización, la guerrilla, las fuerzas del orden y los criminales.
El crimen organizado tiene un objetivo esencialmente económico, sin embargo, para poder recibir esos recursos ocupa la extorsión y la violencia como instrumentos fundamentales. Diversifica sus actividades y se expande nacional e internacionalmente, hoy siendo el principal actor de la trata de mujeres y niñas y el tráfico ilegal de migrantes, los secuestros, la extorsión, la piratería, el contrabando, etc. Hoy hemos visto horrorizadas la masacre de migrantes en Tamaulipas y la aparición por todo México de fosas comunes, con miles de hombres y mujeres asesinados con el tiro de gracia.
Esta característica es la que representa el mayor peligro para las sociedades latinoamericanas y caribeñas. El crimen organizado posee una fuerte coherencia interna, altos grados de especialización y sofisticación. No es ideológico, no busca el poder político como tal, lo que busca es la influencia y la capacidad de decisión sobre los agentes del Estado. Es una empresa ilegal, aunque normalmente se apropian de empresas legítimas para el lavado de activos y encubrir sus actividades ilícitas.
El Gasto Militar y de Seguridad Pública.
Los países y las sociedades invierten cada vez más recursos para protegerse y mitigar los efectos de la violencia y la inseguridad. Nuestras hijas e hijos, no jugaron en las calles como nosotras/os, ni tenían su palomilla de la cuadra, como la tuvimos cuando éramos niñas o niños. Hoy, cuando crecen, nos morimos de miedo cuando van a una fiesta o salen a baila o a un bar.
El gasto militar global en la región no permite el cumplimiento de las metas del milenio, no es un gasto verificable, pero además no permite dar cumplimiento efectivo a la Convención Interamericana sobre Transparencia, ni tampoco el respeto a los derechos humanos de la población civil. En México van más de 500 niños y niñas y 1,500 mujeres asesinadas sólo por estar en el momento equivocado en el lugar equivocado, por lo que se llama el daño colateral.
De igual forma, los estados deben destinar cada vez mayores recursos para prevenir, atenuar y reprimir la violencia interpersonal. Entre estos costos están los incrementos de policías y sus equipamientos de patrullajes, costos vinculados a los procesos judiciales, servicios legales, la infraestructura carcelaria, además de los gastos para la atención de las víctimas. Muchos de estos costos directos se incrementan por la pérdida de oportunidades de inversión en desarrollo.
Las Consecuencias.
La violencia multidimensional inhibe el desarrollo humano, se transforma en un obstáculo para el crecimiento y limita las oportunidades de construir sociedades, en donde la libertad posibilite una plena y efectiva legitimidad democrática. La violencia limita, disminuye y reduce las opciones para una vida mejor, aspecto central en el desarrollo humano.
Como señalamos, una serie de factores inciden sobre el incremento de la violencia, el crimen, el despojo y la inseguridad, entre éstos se destacan: la inequidad y polarización económico-social; la urbanización; la pobreza y marginación; la informalidad y el desempleo; la ausencia del Estado y la debilidad de sus instituciones; las políticas represivas que criminalizan la protesta social, la pobreza y a las y los jóvenes; la falta de integración y cohesión social. Junto a estos factores, nuevos actores armados se hacen presentes, en especial en zonas en las cuales la presencia estatal es débil. Entre estos actores se destacan: el ejército, vigilantes, guardianes, paramilitares, guerrillas, narcos y sicarios, crimen organizado, maras. Estos nuevos actores buscan imponer un “orden” por medio de la violencia, fuera del marco del imperio de la ley.
Los Impactos de la Violencia:
Los impactos de la violencia se manifiestan en diversas áreas:
1) sobre la calidad de vida, con más temor;
2) sobre la convivencia cívica, con menores grados de confianza;
3) en la convivencia democrática, con mayor desafección;
4) en las inversiones privadas, con un retraimiento;
5) en el gasto en seguridad, más gasto público y privado;
6) en el espacio público, con el abandono;
7) en la privatización de las respuestas;
8) en las políticas públicas, incrementando las complejidades de la gestión y los diseños institucionales;
9) sobre las decisiones; generando un sentido de urgencia y de carencia de efectividad.
10) los costos de la violencia reducen las oportunidades del desarrollo, en especial del desarrollo humano y sustentable.
La Inseguridad en la Vida de las Mujeres
Uno de los principales escenarios de inseguridad, en especial para las mujeres, es el propio hogar, aunque también lo es la comunidad. Pese a que la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belem do Para”, de julio de 1994, ha sido plenamente ratificada por todos los países de la región.
Las situaciones anteriores reflejan problemas más profundos de las sociedades y sistemas políticos latinoamericanos. Nuestros sistemas no sólo son altamente polarizados e inequitativos, sino que poseen bajos niveles de inclusión social y política, marcados por el ejercicio del poder y la división social impuesta por el neo-patriarcado. Ello se expresa, entre otros, en la falta de reconocimiento de derechos a los pueblos indígenas, los derechos de las mujeres y la cosificación de sus cuerpos en la prostitución y otras formas de explotación sexual, que es una pandemia que va en aumento de la mano de la feminización de la pobreza y la falta de oportunidades. Las dificultades para incorporar a las y los jóvenes a la vida productiva y la ausencia de políticas para proteger a las personas más vulnerables, niñas, niños, mujeres y personas de la tercera edad. Todo ello se manifiesta en sociedades polarizadas con débil cohesión social.[3]
Feminicidio: El Caso Mexicano[4].
Según el Estudio realizado por la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso Mexicano, que encabezó la Dra. Marcela Lagarde de los Ríos, 1205 niñas y mujeres fueron asesinadas en todo el país en 2004, según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.
Cuatro niñas y mujeres fueron asesinadas cada día ese año.
Más de seis mil niñas y mujeres fueron asesinadas en seis años, entre 1999-2005, según informes de las procuradurías de justicia de las 10 entidades investigadas por esa Comisión.
Tres niñas y mujeres fueron asesinadas cada día en las entidades estudiadas: Estado de México, Veracruz, Chiapas, Guerrero, el Distrito Federal, Chihuahua, Oaxaca, Sonora, Morelos y Baja California.
¿Quiénes eran ellas?
Las niñas y las mujeres asesinadas en México tenían distintas edades, pertenecían a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría eran pobres o marginales; algunas fueron mujeres ricas, de clase alta…; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estudiantes, técnicas, universitarias, postgraduadas y con excelencia académica, aunque la mayoría tenía pocos estudios.
En su relación con él o los agresores eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras, madres, hermanas, nueras, primas y suegras, vecinas, empleadas, jefas, subordinadas, … la mayoría eran niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; … ciudadanas de a pie, activistas, políticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas tzotziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuatls; algunas eran extranjeras…
A la mayoría las asesinaron en sus casas, de las otras no se sabe dónde…; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran mujeres con discapacidad.
Algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltratadas, atemorizadas y sufrieron humillaciones; unas fueron golpeadas hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, balaceadas; … todas estuvieron en cautiverio; aisladas y desprotegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron maltratados aún después de haber sido asesinadas. La mayoría de los crímenes está en la impunidad. Pero además, hoy deberíamos incluir las que han aparecido con el tiro de gracia, desmembradas, quemadas, o en fosas comunes.
El Crimen Organizado en la Trata de Mujeres y Niñas.
Las dimensiones actuales del comercio sexual son globales y dramáticas. En primer lugar, las organizaciones criminales transnacionales han descubierto en la comercialización ilícita de personas un espacio de ganancia monetaria significativo y menos riesgoso porque no está en la agenda pública de la Región, ni es prioridad para Estados Unidos como es el combate al narcotráfico. Se estima que más de cuatro millones de mujeres son reclutadas por esta industria cada año, y que las ganancias generadas por la trata reportan unos siete mil millones anuales de dólares a las organizaciones criminales.
El comercio sexual generalmente ocurre de Sur a Norte, pero también existe la trata interna. Sin embargo, muchos hombres viajan a países ‘exóticos’ con el propósito de satisfacer sus fantasías sexuales, reprimidas en su propio país. De ahí que la industria turística se ha constituido en la puerta trasera de la industria sexual en muchos países como Cuba, Dominicana, Costa Rica, Guatemala, Colombia, Jamaica, México, Brasil, etc.
Ayer Colombia, Hoy México.
El combate a las drogas ha conducido a México a una profunda violencia generalizada que ya se extiende en toda Centroamérica, y otros países Latinoamericanos. Los homicidios relacionados con el crimen organizado rebasan ya las 8 mil ejecuciones, sólo en 2010 y más de 35,000 desde el 2007. El aumento de la violencia del narcotráfico y la participación del Ejército en la seguridad pública tienen una razón fundamental: el Estado mexicano carece de un plan real completo, a largo plazo y bien estructurado para combatir al crimen organizado, pero sus acciones han tenido un efecto muy devastador en la vida de las mujeres y las niñas. En las ciudades donde tienen presencia y control los cárteles de la droga, las niñas ya no quieren asistir a las escuelas secundarias, porque las levantan a la salida de la escuela y no se vuelve a saber de ellas. Así sucedió con Silvia Stephany en Torreón, Coahuila, quien desapareció hace ya 6 años, cuando tenía 15 años.
O algunas extrajeras que estamos buscando una brasileña llamada Isis y una Argentina llamada Andrea Mensa.
Conclusiones:
En América Latina, un conjunto de complejas dimensiones nos confronta hoy a ciudades más violentas, fuente de temores y diferencias que aún parecen irreductibles. Esta creciente violencia e inseguridad debería ser hoy prioridad en la agenda de los gobiernos y de la ciudadanía.
La apuesta por ciudades más democráticas y de mejor convivencia lleva implícita, como condición fundamental, la erradicación de la violencia contra las mujeres, su empoderamiento y la promoción de sus derechos como ciudadanas, ya que representamos más de la mitad de la población de este Continente. Es necesario “fortalecer una ciudadanía activa de las mujeres en el ejercicio de sus derechos, a fin de reducir la violencia pública y privada que se ejerce contra ellas”.
Se deben elaborar e implementar propuestas innovadoras, generar mecanismos de colaboración y reflexión conceptual, y desarrollar y comparar experiencias de intervención y darle cabal cumplimiento al principio de la debida diligencia y la garantía de no repetición. Todas las políticas que se diseñen para la prevención, protección, asistencia y persecución tienen que ser género sensitivas y con enfoque de derechos humanos de las víctimas.
No podemos hablar de desarrollo sustentable, ni de desarrollo humano si no podemos garantizar la vida, la libertad, la dignidad, la integridad y la seguridad de todas y todos los habitantes de América y me refiero a la seguridad multidimensional. Los países se hacen por su gente y los beneficios del desarrollo no han llegado a sus realidades cotidianas. Esta debe ser la prioridad.
Muchas Gracias.
Bibliografía
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Rodríguez Ortega Graciela, Facultad de Psicología de la UNAM
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[1] Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, A.C. (CATWLAC).
[2] —Declaración sobre Seguridad en las Américas (Conferencia Especial sobre Seguridad, octubre de 2003)
[3] En Pensamiento Latinoamericano: http://www.pensamientoiberoamericano.org/articulos/2/51/4/globalizacion-y-violencia-en-america-latina-debilidad-estatal-inequidad-y-crimen-organizado-inhiben-el-desarrollo-humano.html
[4] Lagarde, Marcela. Resumen Informe General de la Comisión Especial de Feminicidios del Congreso de la Unión, México, Septiembre, 2006.