Yo no entiendo por qué ha ocasionado tantas reacciones negativas de organizaciones feministas mexicanas y de Latinoamérica que se escuchen las voces de las mujeres sobrevivientes y las que todavía sobreviven de la prostitución y que no están de acuerdo en que esa violencia patriarcal se reconozca como trabajo y en sus palabras escribieron:
“Hemos sido compradas y vendidas en las calles y en los hoteles, en clubes y en prostíbulos, desde los servicios de acompañantes hasta las salas de masajes, todo para el placer sexual masculino y de manera casi unánime, para el lucro de terceros o explotadores…”
Muchas también somos defensoras de los derechos de las mujeres, proveedores de servicios de atención a mujeres y feministas que trabajamos por la abolición de todas las formas y modalidades de violencia y discriminación contra las mujeres, incluyendo la trata, la prostitución y cualquier forma de explotación sexual.
Nunca hablamos en nombre de otras, sino que hablamos por nosotras mismas y lo hacemos en el contexto de la ley, los derechos de las mujeres y los principios de los derechos humanos. Todo movimiento social por los derechos humanos se cristaliza cuando la sociedad y las instituciones nacionales reconocen que estos derechos son inalienables, indivisibles y universales.
…”Las sobrevivientes y las que sobrevivimos en la prostitución, entendemos el sufrimiento causado por la violencia sexual, la degradación y la deshumanización en manos de los que pagan por sexo, la policía y los explotadores. Sabemos que ninguna ley acabará con el estigma en la prostitución, ya que la prostitución es inherentemente estigmatizante, es inherentemente violenta y es una institución patriarcal que representa un mercado nocivo y precarizado que destruye comunidades y vidas…”
Y yo me pregunto, en base a qué condiciones se puede considerar la prostitución un trabajo digno o decente, según la definición de la OIT. Me cuesta mucho imaginarme quién garantizaría beneficios sociales, retiro, descansos pagados. Es un discurso construido por el lobby proxeneta para contener la frustración y dolor que la prostitución causa en las mujeres y las niñas. Reclamar la legalización de la industria del sexo convierte a delincuentes en empresarios u hombres de negocios y no mejora, ni disminuye el daño en las mujeres.
Pero aún más, el Protocolo de Palermo para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niñas establece que: La explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual… (Art.3); Los Estados Parte adoptarán medidas o reforzarán las ya existentes, recurriendo en particular a la cooperación bilateral o multilateral, a fin de mitigar factores como la pobreza, el subdesarrollo y la falta de oportunidades equitativas que hacen a las personas, especialmente a las mujeres, niñas y niños, vulnerables a la trata (Art. 9.4); los Estados Parte adoptarán medidas legislativas o de otra índole, tales como medidas educativas, sociales y culturales, o reforzarán las ya existentes, recurriendo en particular a la cooperación bilateral y multilateral, a fin de desalentar la demanda que propicia cualquier forma de explotación, especialmente de mujeres, niñas y niños. (Art. 9.5).
Y aquí queda muy claro que la demanda de cualquier forma de explotación, incluyendo la explotación de la prostitución u otras formas de explotación sexual propicia la trata, especialmente de mujeres, niñas y niños.
Es claro que tenemos visiones muy diferentes frente a la industria del sexo, pero todas estamos de acuerdo en que acabar con la criminalización de las personas compradas y vendidas en la prostitución debería ser nuestra mayor prioridad. Aunque en algunas jurisdicciones no está prohibido que las mujeres estén en prostitución, en la práctica son criminalizadas por las autoridades y la sociedad… Por lo tanto, lo más lógico sería unirnos en la cruzada para descriminalizar a las personas en la prostitución, pero sin incentivar y legitimar la industria del sexo. Esto se produciría si se sancionan leyes que crean impunidad para aquellos que de forma despiadada explotan a los seres humanos por dinero y placer – proxenetas, propietarios y administradores de prostíbulos y dueños de agencias, así como los hombres que pagan por sexo. Sabemos de los horrores documentados y que estamos presenciando en Alemania y Nueva Zelanda, por ejemplo, donde la descriminalización total de la prostitución da poder y control ilimitado a proxenetas, dueños de establecimientos, traficantes, compradores de sexo y misóginos.
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Estamos de acuerdo en que la policía no debe detener, asaltar o privar de la libertad a ninguna mujer, por el hecho de ser comprada en el comercio de sexo, por lo que exigimos servicios efectivos para personas prostituidas con estrategias de salida que les ayuden a reconstruir sus vidas.
Las críticas que lanzamos nunca son contra quienes se identifican como personas en prostitución o “trabajadoras sexuales”, sino contra la industria global del sexo que lucra con la cruel explotación de poblaciones marginadas que han llegado a la prostitución por falta de oportunidades para sobrevivir. Criticamos la violencia policial al igual que reconocer la prostitución como trabajo sexual. Son críticas contra aquellos que promueven la demanda de la prostitución y compran los cuerpos de las mujeres en violación de sus derechos humanos. Son también críticas frente a los estados y gobernantes que dan más valor a la industria del sexo que la vida de las mujeres.
…”Las sobrevivientes y las que todavía sobrevivimos la prostitución, en una gran mayoría hemos sido víctimas de trata y explotación de la prostitución, pornografía o turismo sexual desde que éramos niñas, y por eso también queremos erradicar la trata de niños, niñas y adolescentes. Cuando llegamos a la adultez traumatizadas física y psicológicamente, nos preguntamos por qué nuestros gobiernos y sociedades nos dieron la espalda e ignoraron nuestros sufrimiento y explotación llamándolo “trabajo consensuado”. Sí, la prostitución es una fuente de ingresos (aunque generalmente son otros los que se benefician de nuestra explotación), pero también es una actividad peligrosa que llevamos a cabo para dar de comer a nuestros hijos e hijas y para sobrevivir en un mundo donde no existen otras opciones”…
Injusticia e inequidad como el enemigo común
Estamos de acuerdo en que el enemigo común es la injusticia. La injusticia hace que la policía abuse de las mujeres, guía al proxeneta en su explotación, y le da licencia al tratante para abusar de niños y niñas. También es la injusticia la que hace que la sociedad acepte la compra de mujeres para el sexo como algo culturalmente aceptable y que celebra estructuras patriarcales que definen a las mujeres como ciudadanas de segunda clase. Ningún hombre tiene el derecho de comprar poder, control y acceso sexual a una mujer, así como ningún hombre tiene derecho a golpearla, acosarla sexualmente o violarla.
Mta. Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe
(CATWLAC por sus siglas en inglés).