En las sociedades machistas y patriarcales, la masculinidad tradicional es sinónimo de virilidad y conquista sexual y es la más extendida. Una de las actitudes más recurrentes, durante todas las guerras, para asegurar el sometimiento del pueblo vencido, es la violación sistemática de sus mujeres. En consecuencia, la dominación a gran escala de la mitad de la población del mundo ha consistido en la objetivación de las mujeres, es decir, reduciéndoles la posibilidad de disponer del propio cuerpo, a un cuerpo pasivo convertido en objeto de placer para ser consumido por el sexo opuesto.
La prostitución, históricamente, se fundamenta en el patriarcado y es una forma para el control de las vidas, los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y encuentra su fundamento en la concepción de sometimiento y discriminación de las mujeres y del lugar social que se les ha asignado. Las mujeres son consideradas necesaria para el resguardo de la institución matrimonial, pero al mismo tiempo se les estigmatiza por representar lo que las esposas no pueden o deben representar, de ninguna manera, por lo tanto, no podemos entender la construcción social de los roles sexuales sin tener esto en cuenta. Es decir, una mujer será considerada tanto más femenina, según esta ideología, cuantos más atributos maternales caractericen su comportamiento. De esta manera garantiza su sexo y su género y reafirma uno de los pilares de su rol social. Cualquier cuestionamiento a este rol es considerado como un ataque al sistema patriarcal y su integridad.
Factores claves para la existencia de la prostitución:
- El sistema patriarcal productor y reproductor de la opresión, esclavización y muerte de mujeres, y básicamente de las mujeres a quienes prostituye.
- La demanda del prostituyente/putero/consumidor de sexo de paga, que determina la existencia de la prostitución.
- El imaginario social del prostituidor que afirma su poder y desprecio por las mujeres y las reduce a mercancía rentable.
- Las crisis económicas y la falta de oportunidades, que obliga a las mujeres a buscar formas precarizadas de sobrevivencia.
- El capitalismo en su fase neoliberal como mercantilización de cuerpos y productor de trabajo esclavo.
- El prostituidor/reclutador, personaje clave para destruir la resistencia de las mujeres con el objeto de, por medio de distintas estrategias, incorporarlas a la prostitución, llegando incluso al secuestro y venciendo sus resistencias a aceptarla.
- La globalización que propicia de una u otra manera las redes internacionales de trata, produciendo un enorme aumento del crimen organizado nacional y trasnacional, a través del secuestro, de la trata y muerte de jóvenes, niñas y niños.
- Los medios de comunicación masiva, que inducen y ofrecen modelos sexuales prostituidores, actuando sobre el imaginario social y favoreciendo la dominación proxeneta. Así se consolida la opinión pública con el propósito de propiciar la aceptación de la prostitución, generando su expansión, produciendo en este caso una réplica masiva de lo que hacen los proxenetas, en lo individual, para socavar la resistencia de las mujeres que prostituyen.
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El sistema patriarcal-neoliberal globalizado, pretende hacer pasar la explotación sexual como si fuera trabajo, lo mismo que los vientres de alquiler, buscando legalizar el poder obtenido mediante la necesidad, la violencia y el secuestro de las más vulnerables, y así incrementar aún más sus ganancias.
Pero aquí hay un actor que históricamente no ha sido tomado en cuenta, el putero/prostituidor/consumidor de sexo de paga.
El precio del sexo
¿Por qué la mayoría de los hombres niegan haber pagado por una mujer?
“¡Nunca he pagado por una mujer! Jamás entendí qué satisfacción puede existir sin el placer de una conquista”, dijo Silvio Berlusconi, desafiando la evidencia de fotos inequívocas de una corte de niñas de ropas escasas en los jardines de sus mansiones de Roma y de Cerdeña
¿Cómo se atrevió y por qué, el Primer Ministro de Italia a negar también algo tan contundente como las declaraciones de una mujer prostituida VIP o Escort? Para el psicoanalista Juan Carlos Volnovich, autor de “Ir de putas, libro que contiene reflexiones acerca de los puteros/prostituidores o consumidores de la prostitución (editorial Topía)”, su negación es algo natural: “A los varones se nos educa para desmentir, aunque nos encuentren con una tanga en el bolsillo”.
¿El “no” de Berlusconi no es acaso el mismo “no” que cualquier varón se apura a pronunciar, cuando se le pregunta si alguna vez ha pagado por una mujer?
Pero, entonces, ¿quiénes son los clientes de las mujeres prostituidas, de las más pobres y de aquellas que se conocen como “acompañantes/escorts o prepago vip”?
Hay un tabú histórico en este tema. Se habla de mujeres prostituidas, de prostituidores o proxenetas, de redes de trata, pero hay muy pocos trabajos de investigación que se hayan enfocado en el verdadero protagonista y motor que mueve la industria del sexo, el más invisible: el putero/prostituidor/consumidor de sexo de paga.
“Pasaron años antes de que yo reparara en que la mayoría de mis pacientes varones tenían o habían tenido relaciones con prostitutas. Tal era el grado de naturalidad de esa práctica, que acepté un pacto de silencio implícito con mis pacientes, para no interpretar algo que pareciera pacatería o reprimenda moral”, cuenta Volnovich.
¿Quiénes son los clientes?
Todo varón homo o heterosexual es un potencial putero/prostituidor/consumidor de sexo de paga. No tienen ningún rasgo especial, puede ser el hombre con el que compartes la cama, con el que estudias o con el que te sientas en tu mesa a tomar tus alimentos, inclusive ni los consumidores de prostitución infantil.
¿Por qué la mayoría recurre a la prostitución?
Desde que se instauró el sistema patriarcal, la prostitución es una práctica convalidada por las costumbres, que asegura el derecho de los hombres sobre las vidas, los cuerpos y la sexualidad de las mujeres, derechos de los poderosos sobre los cuerpos de los débiles.
¿Qué tiene de especial?
El pago garantiza que el deseo y la excitación de la mujer se repriman. Aún en los casos en que se aspira a que la mujer prostituida llegue al orgasmo para que el putero se sienta el más hábil de los hombres (putero/prostituidor/consumidor de sexo de paga).
Siempre los hombres sienten un profundo temor de ser objeto del deseo de una mujer. Es en este sentido que la pasión sexual a precio fijo y la condición de descartable, convierte a la mujer prostituida, en semejante de la esposa frígida. Ambas -frigidez y erotismo comprado- atenúan el temor del hombre al deseo de la mujer.
Al pautar el horario, el lugar y el precio, la cita con el cuerpo de una mujer -vivido siempre como peligroso- no da miedo. Y se dan las condiciones para el despliegue de una escena ritualizada, que simula un encuentro sexual y parodia una relación pasional, de la que normalmente salen muy insatisfechos.
¿Insatisfechos pero poderosos?
Claro. Ejercer el poder sobre el más débil, tomar a la otra persona como mercancía transable, que se compra, se vende o se alquila. La prostitución es, aún hoy, una de las pruebas que un hombre tiene que dar para ser reconocido en el universo de la virilidad.
Mtra. Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe,
(CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
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