Estaba leyendo un artículo titulado: El feminismo regulacionista no existe, pero el pro-derechos sí, publicado el pasado 19 de marzo en la Sección Tribuna Abierta del diario.es., firmado por Paula Sánchez Perera y me llamó mucho la atención el feminismo que menciona, ya que yo no lo conocía y me avoqué a revisar mis apuntes sobre las distintas corrientes feministas[1] y las que encontré son:
Feminismo radical: es una corriente feminista que sostiene que la raíz de todas las desigualdades en todas las sociedades hasta ahora existentes ha sido el patriarcado. Esta corriente se centra en las relaciones de poder que organizan las sociedades y que construyen los privilegios de los hombres sobre las mujeres. Se propone derrocar el patriarcado por medio de la oposición a los roles de género que se han impuesto a las mujeres. Con ello quieren reorganizar la sociedad hasta que desaparezca el patriarcado y con ello conseguir una sociedad igualitaria.
Feminismo de la igualdad o ilustrado: es el movimiento que arranca de la reclamación histórica de las mujeres en los siglos XVII y XVIII. Este feminismo reivindica el derecho a ser reconocidas en pie de igualdad con los hombres. Denuncia la elaboración de diferencias de género, constituidas por la razón patriarcal como categorías naturales, cuando no son sino constructos sociales y culturales.
Feminismo de la diferencia: es una corriente que aboga por la no equiparación de la dualidad de un género al otro, sino más bien por el desarrollo de la diferencia genérica femenina en todos los órdenes simbólicos. El feminismo de la diferencia aboga por identificar y defender las características propias de las mujeres. Argumenta que el lugar que ocupamos en el mundo y que nos define, no está únicamente determinado por el espacio que nos ofrece la sociedad sino también por nuestro cuerpo de mujer con su estructura y sus ciclos vitales que determinan, de alguna forma, nuestra mirada sobre el mundo.
Feminismo ecologista o ecofeminismo: El orden simbólico patriarcal establece por igual una situación de dominación y explotación hacia las mujeres y hacia la naturaleza. El patriarcado hace uso de la biología para situar a la mujer en un plano de proximidad con la naturaleza, identificándose con ella. Los hombres, en oposición, se identifican con la razón, justificando de esta forma la superioridad de la razón sobre la naturaleza o, lo que es lo mismo, el patriarcado; así se explica que las mujeres sean consideradas inferiores a los hombres. Las mujeres están en una posición ventajosa para terminar con la dominación patriarcal sobre la naturaleza y sobre sí mismas, dado que su propia situación de explotación las hace estar más próximas.
Feminismo socialista: postula que la sociedad de clases y las diferencias de género han de ser erradicadas para que las mujeres determinen libremente las condiciones de su vida. El patriarcado y el capitalismo son vistos como las causas de la opresión de las mujeres, ya que la subordinación de la mujer está planteada para favorecer a las clases dominantes que sostienen y mantienen el capitalismo. Por lo tanto desde el feminismo socialista se trabaja en la abolición del capitalismo y la implantación del socialismo como una manera de conseguir una sociedad igualitaria.
Feminismo anarquista o anarcofeminismo: ven en el patriarcado una manifestación del autoritarismo, por eso piensan que la lucha contra el patriarcado es una parte esencial de la eliminación del estado, porque Estado y patriarcado se basan en la ausencia de libertad y relaciones sociales involuntarias. Según el feminismo anarquista, el anarquismo al ser una visión política que se opone a todas las relaciones de poder forzadas sería formalmente feminista.
El derecho, las leyes y los derechos son producto de quiénes históricamente han ostentado el poder, los patriarcas, que usan las leyes, los cuerpos represivos, el poder financiero para mantener el orden de las cosas, incluyendo la sojuzgamiento y sometimiento de las mujeres. Más aún, las usan para reivindicar el derecho individual de las mujeres para determinar libremente qué hacer con sus cuerpos, financiadas por el propio patriarcado a quien le interesa seguir usando y abusando de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres y niñas.
Y, a pesar de que de los más de mil millones de personas que viven en el mundo en situación de extrema pobreza, el 70% son mujeres, de los 550 millones de trabajadores pobres 330 son mujeres y la brecha de salario entre hombres y mujeres en algunos países se sitúa entre el 30 y 40%, según recuerda en un comunicado la Organización de las Naciones Unidas, en el referido artículo se argumenta que las mujeres en situación de prostitución no disponen de protección laboral en caso de embarazo, enfermedad o vejez, por lo que siguen trabajando y se encuentran totalmente desprotegidas frente al empresariado que se lleva al menos el 50% de cada servicio.
Sin embargo, la seguridad social para el mundo es un reto universal, ya que sólo una de cada cinco personas en el mundo cuenta con una cobertura adecuada de seguridad social.
Y a pesar de que en el propio artículo se menciona que: …”Todas naufragamos entre mecanismos de colaboración y resistencia y tratamos de que el engranaje neoliberal no se cebe con los sectores más vulnerables…” la postura que se defiende es la legalización de la prostitución, sin reconocer que la prostitución es, no sólo una actividad tremendamente precarizada, sino un mecanismo patriarcal para perpetuar el control de la sexualidad y los cuerpos de las mujeres en la prostitución, la pornografía, el turismo sexual y los vientres de alquiler.
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Se intenta argumentar en el artículo que es una libre decisión, pero lo cierto es que es una actividad a la que recurren las mujeres que no han tenido otra opción, ya sea por pobreza, por falta de oportunidades, por adicciones, etc. Y se argumenta que “las razones de peso que nos llevan a apoyar la lucha de las “trabajadoras sexuales” son las violaciones de derechos humanos que se producen en nuestro contexto”.
No sólo son las mujeres en situación de prostitución quienes viven la violencia que es consecuencia de la explotación, son miles, millones de mujeres del sur global quienes no cuentan con ningún tipo de protección laboral en caso de embarazo, enfermedad o vejez, aunque en el multicitado artículo se dice: por lo que …”siguen trabajando y se encuentran totalmente desprotegidas frente al empresariado que se lleva al menos el 50% de cada servicio, puede imponer las prácticas, la clientela, el no uso del condón y jornadas de hasta 14 horas seguidas, sin descansos estipulados ni semanales, vacaciones, horas extraordinarias reconocidas o plus de nocturnidad. No tienen ninguna protección frente al despido, la salud o la higiene, que queda al arbitrio del empresario. No disponen de ninguna legitimación para exigir el uso de preservativos y se puede vulnerar el derecho a la libertad y a la salud obligándolas a consumir alcohol para que lo hagan los “clientes” (prostituyentes). Tampoco obviamente tienen derecho a huelga, negociación colectiva o a sindicarse y, en caso de que conformen organizaciones que se presenten públicamente como sindicatos, ya se encargará un sector de tildarlas a ellas de proxenetas”… ¿Eso es lo que reivindica en su artículo la autora? ¿Con legalizar la prostitución se evita la violencia, los abusos, los atentados contra la dignidad de las mujeres? Habría que
Lo que es cierto es que si no hubiera un mercado para la prostitución, no existiría la trata de personas, ni la explotación sexual comercial infantil, que por cierto, varios países contabilizan en su P.I.B. Cierto es que las mujeres en situación de prostitución no han tenido garantizados sus derechos sociales, económicos y culturales como millones de mujeres en el mundo, y más bien tendríamos que propugnar por dotar esos derechos de mecanismo de exigibilidad y justiciabilidad.
Punto y aparte merece el tema de la violencia física y sexual y los distintos cruces que se registran con el secuestro, el feminicidio y la delincuencia organizada y el precio tan alto que pagan las mujeres en situación de prostitución, en cualquiera de sus modalidades. Tan grave es el fenómeno que en los últimos 6 meses, 8 jóvenes de Colombia, Argentina y Venezuela, que se anunciaban por internet como acompañantes o escorts, han sido brutalmente asesinadas, incluso tiradas en el arroyo de la calle, sin rostro, cortadas, violadas, golpeadas brutalmente y asfixiadas. Y quienes la sobreviven se enfrentan a la violencia psicológica simbólica del estigma social, especialmente las mujeres y niñas de pueblos originarios a quienes se les impide la reincorporación a sus comunidades de origen, víctimas de la discriminación y la exclusión social.
Pero, aún más, lo cierto es que México comparte su frontera norte con el país con la mayor demanda de drogas y sexo de paga, por eso México se convierte en el paso obligado de quienes quieren llevar su mercancía a los Estados Unidos, porque al fin por una dosis de buena cocaína, se pueden cobrar hasta 60 dólares, pero una vez que se vendió y se consumió se acabó la ganancia. En cambio, una mujer o una niña se pueden vender 20, 30, hasta 70 veces al día, sin días de descanso y con muy poca inversión.
Así como he ido abordando cada uno de los supuestos incluidos en el multicitado artículo, podría continuar abordándolos todos sus argumentos, lo cierto es que las feministas por la abolición de la prostitución si creemos en que a las mujeres en esa situación no se les debe perseguir, criminalizar ni sancionar, también creemos que se deben generar opciones viables y dignas de salida como en el Modelo Nórdico y en la reducción del daño, pero también creemos que se debe sancionar al tratante, al proxeneta y a los consumidores de sexo de paga.
[1] Este blog es del Grupo de Feminismos de Podemos Carabanchel-Latina. https://losfeminismos.com/corrientes-feministas/
Mtra. Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe,
(CATWLAC, por sus siglas en inglés).
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