La gestación subrogada, maternidad subrogada o vientre de alquiler es la práctica por la que una mujer gesta un hijo para otra persona o pareja, a cambio de un pago para sí o para una tercera persona que explota de esta forma a las mujeres pobres, ocasionándoles un grave daño psicológico, desnutrición y otras enfermedades.
Desde su inicio, en los años 70s, como práctica comercial, la gestación subrogada suscita fuertes controversias éticas, legales y sociales. Las distintas posiciones respecto a la subrogación se diferencian principalmente entre aquellas que la consideran como un derecho reproductivo o el ejercicio de la libertad individual y las que la consideran una forma de explotación relacionada con cuestiones de clase, etnia y raza.
Es una verdadera contradicción como lo es la explotación sexual y la concepción liberal de los derechos humanos, de la libertad y el consentimiento, que no toma en cuenta que la libertad personal está limitada por la libertad de las y los demás y que coloca a la libertad individual por encima del concepto de bien común.
Y es de llamar la atención cómo se ha modificado el papel de la mujer a lo largo de la historia. En los tiempos del matriarcado, las mujeres eran veneradas como diosas, justamente por su capacidad reproductiva, porque eran las que perpetuaban la especie humana.
Y fue precisamente por esta capacidad reproductiva, que el patriarcado, preocupado porque sus hijas e hijos heredaran la propiedad privada, los bienes y riquezas que empezaron a acumular, la que hizo que encerraran a las mujeres y les exigiera virginidad. De ahí se deriva el matrimonio, como una institución profundamente patriarcal. Las feministas radicales postulan que sólo hay dos formas de colonizar los cuerpos de las mujeres, una, la propiedad privada de los cuerpos de las mujeres y su sexualidad: “el matrimonio” y, por el otro, la propiedad colectiva de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres: “la prostitución”.
En 1848, setenta mujeres y treinta hombres de distintos movimientos y asociaciones políticas liberales, se reunieron en el Hall de Seneca y firmaron lo que llamaron la “Declaración de Sentimientos”.
La declaración incluye dos grandes apartados: el primero sobre las exigencias para alcanzar la ciudadanía para las mujeres y el segundo los principios que debían modificar las costumbres y la moral. El grupo que se reunió en Seneca provenía de círculos abolicionistas. Mujeres y hombres que habían empeñado sus vidas en la abolición de la esclavitud, de la corriente humanista, llegaron a la conclusión de que entre la esclavitud y la situación de las mujeres, había más de una coincidencia. Desde postulados iusnaturalistas y lockeanos, surge la idea de que los seres humanos nacemos libres e iguales, acordaron que: “decidimos que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del varón, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen fuerza y autoridad”. El precepto inherente en este postulado de la naturaleza se resume en igualdad, libertad y persecución de la propia felicidad.
1848 fue un año de agitaciones y manifiestos. Se recuerda más frecuentemente el Manifiesto Comunista y suele prestarse menos atención a la Declaración de Seneca Falls. Cierto que ésta se produjo al otro lado del Atlántico, pero repercutió en todas las sociedades industriales.
El sufragismo fue un movimiento de agitación internacional, presente en todas las sociedades industriales, que constó de dos objetivos concretos: el derecho al voto y el derecho a la educación, y en ochenta años los logró ambos, aunque no fue así para las mujeres, en donde se avanzó más paulatina y lentamente. El difícil camino educativo de las mujeres, se conectaba directamente con el de los derechos políticos. A medida que la formación de ciertos grupos de mujeres avanzaba, se hacía más difícil negarles la reivindicación del voto.
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La profunda reforma del primer liberalismo fue el marco teórico que sirvió para pensar la ciudadanía sin exclusiones que consistió en una renovación del iusnaturalismo combinada con una ontología individualista profundamente liberal que se ha ido acentuando con el tiempo, hasta anteponer la noción individualista a la noción del interés común.
Y fue hasta el final de la Segunda Guerra Mundial que todos los estados que no eran dictaduras reconocieron el derecho al voto de las mujeres. En las democracias surgidas tras la Segunda Conflagración Mundial, por primera vez, se logró el sufragio universal y el derecho a la educación para toda la población. Esto significaba para las mujeres que comenzaba una nueva era, aquella que surgía de las conquistas sufragistas. Las mujeres tenían ante sí nuevas oportunidades.
Lo que ocurrió fue que por una parte los gobiernos y por la otra los medios de comunicación crecieron de forma considerable, creando estereotipos a partir de los roles de las mujeres, diseñando y poniendo en práctica una campaña con un doble objetivo: alejar a las mujeres del trabajo productivo, devolviéndolas al trabajo doméstico y diversificar la producción fabril. En la década de los cincuenta, las mujeres que ya contaban con el derecho al voto y a oportunidades educativas, debían ser reintegradas al hogar, aceptando la división de funciones tradicional, la de madre-esposa o en la prostitución.
Al mismo tiempo, se difundió un estereotipo de mujeres sobresexualizadas, como el ideal de mujer, que si no estaba asociado a la madre-esposa, debía estar asociado con la prostitución o la pornografía. Sin embargo, con el paso del tiempo y las recurrentes crisis económicas y financieras, las mujeres fueron lanzadas al mundo del trabajo precarizado y sin prestaciones, en una realidad que no posibilita la sobrevivencia de ninguna familia con un solo salario mínimo.
La pobreza extrema, la falta de oportunidades, el avance de la delincuencia organizada y el consumismo son un excelente caldo de cultivo de mujeres y niñas para la explotación sexual y reproductiva. Y hoy, cuando en México se ha desatado una ola de feminicidios de mujeres con embarazos a término y que aparecen abiertas en canal y sin bebé, encontramos una clara muestra de la profunda violencia que enfrentamos las mujeres por la misma capacidad que en la antigüedad hacía que nos vieran como como diosas: nuestra capacidad reproductiva.
Mtra. Teresa C. Ulloa Ziáurriz
Directora de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe,
(CATWLAC, por sus siglas en inglés).
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